lunes, 22 de octubre de 2007

Allegrezza


De este terrible paisaje, que jamás vieron ojos mortales, esta mañana la imagen vaga y lejana, todavía me maravilla.
¡El sueño está lleno de milagros! Por un capricho singularísimo, había desterrado de ese espectáculo al vegetal irregular y, pintor orgulloso de mi genio, saboreaba en mi cuadro la embriagadora monotonía del metal, el mármol y el agua.

Babel de escaleras y arcadas, era un palacio infinito, lleno de fuentes y cascadas que caían sobre el oro mate o bruñido; y las pesadas cataratas, como cortinas de cristal, se suspendían, deslumbrantes, de las murallas metálicas.
No árboles, sino columnatas, rodeaban los estanques dormidos, donde, como mujeres, gigantescas náyades se miraban.

Napas de agua se expandían, azules, entre muelles rosas y verdes, durante millones de leguas, hasta los confines del universo; había piedras inauditas y olas mágicas; había espejos deslumbrados por todo lo que reflejaban.
Ríos descuidados y taciturnos, desde el firmamento, vertían el tesoro de sus urnas en abismos de diamante.
Arquitecto de mis sortilegios, hacía pasar a mi antojo, bajo un túnel de pedrerías, un océano domado; y todo, hasta el color negro, parecía bruñido, claro, irrisado: el líquido engarzaba su gloria en el rayo hecho cristal.

Ningún astro, ningún vestigio de sol ni aún al final del cielo, para iluminar esos prodigios, que brillaban con un fuego propio.
Y sobre esas móviles maravillas flotaba (terrible novedad: ¡todo para los ojos nada para los oídos!) un silencio de eternidad.
.Este texto es el Sueño Parisien de Charles Baudelaire.

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